Octubre es el mes en el que el otoño empieza a hacerse notar y, debido a la influencia cultural anglosajona, viene marcado por la festividad de Halloween. La víspera del Día de Todos los Santos es un tributo a las tradiciones mitológicas/fantásticas más populares, la magia y, especialmente, se ha convertido en un homenaje al Miedo.
Esta es una emoción desagradable que todos hemos sufrido alguna vez, pero siempre ha generado fascinación. ¿Quién no se ha sentido atraído alguna vez por el mundo de lo desconocido o inexplicable? Aunque experimentar emociones como esta sea el pan de cada día, se trata de fenómenos que la ciencia no ha conseguido explicar del todo. Nuestro cerebro sigue siendo un gran desconocido, de donde surge todo lo que somos, pensamos y sentimos.
Si alguna vez te has preguntado cómo y por qué tu cabeza se empeña en hacértelo pasar tan mal cuando ves una película de terror, te invitamos a adentrarte con nosotros en lo más profundo de tu cerebro.
Definir lo que son las emociones es difícil, pero explicado de forma somera, son estados afectivos desencadenados como respuesta a estímulos: externos (procedentes del ambiente) o incluso internos (el pensamiento consciente o la memoria también pueden producirlas). Se expresan por mecanismos fisiológicos, conductuales y neurológicos, que en la experiencia consciente forman sensaciones con significación para el individuo.
El
miedo es considerado un mecanismo de defensa que se ha conservado durante la
evolución por su éxito como método de protección para los animales frente al
peligro. Aunque las adaptaciones del comportamiento ante un estímulo de
peligro son muy variadas según la especie, se han podido aislar una serie de
cambios comunes en mamíferos. En cuanto a la conducta, suelen observarse las
siguientes posibles respuestas: lucha, huida, parálisis, chillidos… Por otro
lado, va acompañada de una serie de cambios corporales y viscerales como
aumento de la frecuencia cardiaca, la respiración y la tensión muscular, que
ayudan a que el individuo escape del peligro o se defienda de un depredador.
Es
importante reconocer que el papel funcional e innato del miedo es el mismo
independientemente de la especie. Presiones selectivas más recientes pueden
haber actuado más sobre los estímulos desencadenantes y respuestas conductuales
específicas de especie, y menos sobre los sistemas ejecutivos neurales para la
sincronización de estas, que son más antiguos filogenéticamente.
Imagen representativa de respuesta ante el miedo en mamíferos |
Además,
el miedo se puede adquirir rápidamente y de forma duradera frente a diferentes
estímulos, permitiendo que los animales respondan adaptativamente a situaciones
ambientales nuevas o cambiantes. Aunque la emoción básica esté organizada en
circuitos neurales ejecutivos genéticamente determinados, también entra en
juego la plasticidad neuronal. Podemos entenderlo como sistemas de memoria que
promueven el aprendizaje de las características del estímulo que predice una
amenaza.
La
memoria del miedo es un tipo único de memoria sobre eventos traumáticos que
puede formarse instantáneamente y mantenerse intacta durante toda la vida. Sin embargo, memorias del miedo atenuadas,
excesivas o inexactas pueden suponer una dimensión fundamental de los
desórdenes regulatorios del miedo, como las fobias o el Desorden de Estrés Post-Traumático (PTSD).
Estructura neuronal y conexión entre neuronas (sinapsis) |
Gran
parte de la investigación realizada acerca del aprendizaje y la memoria del
miedo se han realizado bajo el modelo Pavloviano de condicionamiento clásico. A
continuación, desarrollaremos este mecanismo para explicar cómo se fijan
estímulos en relación con el miedo en la memoria.
Para entender mejor esto, relatamos como ejemplo un experimento paradigmático llevado a cabo en 1920 por dos psicólogos llamados Watson y Rayner. Este experimento se conoce como el "caso del Pequeño Albert". Este era un infante de unos 11 meses al que se le expuso a tocar y jugar con una rata blanca, ante la cual, en primera instancia, sólo exhibió curiosidad y no miedo. Entonces, la rata era un estímulo condicionado neutral (EC). Después, mientras Albert acariciaba a la rata, los investigadores le daban con una barra de metal detrás de la cabeza, a modo de estímulo aversivo no condicionado (EI). La reacción del niño era, como respuesta de miedo incondicionada (RI), sorprenderse, caerse hacia delante y llorar. Tras un tiempo determinado repitiendo esto, cuando la rata (EC) se situaba cerca del Pequeño Albert, este la rechazaba y lloraba. Entonces, había desarrollado una respuesta condicionada de miedo (RC) ante un estímulo en principio neutral. Es más, este comportamiento lo generalizaba frente a otros animales blancos y peludos, así como a objetos como peluches. Este mismo fenómeno explica la existencia de miedos irracionales que se dan en trastornos como las fobias o el PTSD.
Para entender mejor esto, relatamos como ejemplo un experimento paradigmático llevado a cabo en 1920 por dos psicólogos llamados Watson y Rayner. Este experimento se conoce como el "caso del Pequeño Albert". Este era un infante de unos 11 meses al que se le expuso a tocar y jugar con una rata blanca, ante la cual, en primera instancia, sólo exhibió curiosidad y no miedo. Entonces, la rata era un estímulo condicionado neutral (EC). Después, mientras Albert acariciaba a la rata, los investigadores le daban con una barra de metal detrás de la cabeza, a modo de estímulo aversivo no condicionado (EI). La reacción del niño era, como respuesta de miedo incondicionada (RI), sorprenderse, caerse hacia delante y llorar. Tras un tiempo determinado repitiendo esto, cuando la rata (EC) se situaba cerca del Pequeño Albert, este la rechazaba y lloraba. Entonces, había desarrollado una respuesta condicionada de miedo (RC) ante un estímulo en principio neutral. Es más, este comportamiento lo generalizaba frente a otros animales blancos y peludos, así como a objetos como peluches. Este mismo fenómeno explica la existencia de miedos irracionales que se dan en trastornos como las fobias o el PTSD.
Nota de los autores: “Al
relatar un experimento tan cruel como este queremos dejar claro que no hacemos apología de la experimentación con humanos. Simplemente,
lo utilizamos como ejemplo para ilustrar un concepto complicado. Las
investigaciones modernas sobre condicionamiento del miedo utilizan pequeños
mamíferos como ratas, ratones y conejos, como sujetos de experimentación. Como
EC neutro se utiliza un tono o una luz, y como EI aversivo un leve shock
eléctrico. Además, resaltamos el carácter histórico de estos estudios, que han
tenido gran influencia en el desarrollo posterior de la psicología y la ciencia
en general. Invitamos a los lectores a comentar sus impresiones”.
Bibliografía:
- "Fear, Avoidance, and Phobias. A Fundamental Analysis". Edited by M Ray Denny. ISBN 0-8058-0316-5
- "Principles of Neural Science (Fourth Edition)". Eric R. Kandel, James H. Schwartz, Thomas M. Jessell. Editorial McGraw-Hill. ISBN: 84-486-0311-7
- "Affective neuroscience the foundations of human and animal emotions". Jaak Panksepp, Oxford University Press. 1998. ISBN: 0195096738
- "The Neurobiology of Fear". Ned H. Kalin. Scientific American, 2002.
- "The Neurocircuitry of Remote Cued Fear Memory". Hadley C. Bergstrom. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 2016. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.neubiorev.2016.09.028
- "The role of basal forebrain cholinergic neurons in fear and extinction memory". Review. Dayan Knox. Neurobiology of Learning and Memory, 2016. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.nlm.2016.06.001
- "Prefrontal-amygdala fear networks come into focus". Maithe Arruda-Carvalho and Roger L. Clem. Front. Syst. Neurosci., 30 October 2015. DOI: http://dx.doi.org/10.3389/fnsys.2015.00145
- "Neural circuits and mechanisms involved in Pavlovian fear conditioning: A critical review". Jeansok J. Kim , Min Whan Jung. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 2006. DOI: 10.1016/j.neubiorev.2005.06.005
- "Fear conditioning can contribute to behavioral changes observed in a repeated stress model". Robert M. Camp et al. Behavioural Brain Research, 2012. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.bbr.2012.05.040